Un espacio abierto



Un lugar por el que pasar y, tal vez, quedarse.

martes, 10 de diciembre de 2013

Los orígenes (I)



Si algo me parece fascinante en la Historia de la Humanidad, son nuestros orígenes, cuándo nos hicimos, como especie, humanos. De entrada voy a dejar clara mi postura absolutamente contraria al creacionismo tanto por convencimiento académico (aunque no me dedico a ello, soy historiadora), como moral (soy agnóstica rozando el ateísmo y, por tanto, tengo más que serias dudas de la existencia de ningún ser superior: ni un dios, ni un extraterrestre de inteligencia superior; aunque me parece más probable que exista un extraterrestre superdotado que un dios omnipotente al modo cristiano o musulmán, que es algo que, pensado de forma racional, resulta bastante absurdo; pero eso no toca hoy). 

La teoría de la evolución tiene bases científicas, multidisciplinares, mientras que la creación por parte de un ser superior tiene sólo una base de fe: dos puntos de vista prácticamente incompatibles. Ya importantes teólogos, como Santo Tomás de Aquino, intentaron conciliar razón y fe y no lo consiguieron. Las teorías evolutivas, en cambio, surgen a partir de las teorías de selección natural de Lamark, Wallace y Darwin, de las teorías genéticas de Mendel, de las teorías poblacionales de Malthus, etc. y, con el tiempo, éstas se vieron corroboradas por hechos como los descubrimientos arqueológicos y paleontológicos, la uniformidad constitutiva -a nivel celular- de todos los seres vivos, el que los embriones pasen por todas las etapas de relación filogenética, la similitud en los ciclos reproductores y las semejanzas anatómicas y genéticas entre las distintas especies.

Sin embargo, hay que precisar una serie de dificultades al hablar de este asunto:

- Se trabaja con un material muy precario -los fósiles- y muy, muy antiguo: hay muestras de varios millones de años de antigüedad que, lógicamente, no están lo que se dice impecables.

- Los fósiles más antiguos, además de ser un material precario, son muy escasos y están concentrados, los de mayor importancia, en África oriental, en concreto en la zona del valle de Rift. Esto no obsta para que haya otras zonas, siempre dentro de África (como Sudáfrica), con abundante material arqueológico de primera fila.

- Las teorías evolutivas son muy volátiles y cambian cada vez que se producen nuevos descubrimientos, lo que en los últimos cincuenta años ha ocurrido con mucha frecuencia.

Es pues éste un tema muy complejo y difícil de resumir, pero como me apasiona, lo intentaré hacer lo mejor posible, aún a sabiendas de que muchas cosas quedarán por decir y otras simplemente quedarán esbozadas. 

Se cree que todas las formas de vida tienen un origen común hace unos tres mil m.a. (millones de años), a partir de materias no vivientes sometidas a condiciones atmosféricas especiales, siendo unos restos de microvegetales hallados en el escudo precámbrico de Australia los restos de seres vivos más antiguos que se han encontrado, con una antigüedad de 2.500 m.a. A partir de estos primeros organismos se habría ido produciendo, de forma lenta e inexorable, su ramificación en los distintos seres vivos hasta dar lugar al inmenso número de especies existentes, tanto presentes como extinguidas. 


Cráneo de Orrorin tugenensis

En el marco de este proceso habría llegado un momento, hace unos seis millones de años, en que se separó dentro del orden de los primates una especie primitiva de homínidos: en Tanzania se descubrieron restos de Orrorin tugenensis que eran más parecidos a los chimpancés que a los humanos, pero que ya eran considerados homínidos. Estos individuos, que posiblemente no fueran aún bípedos, evolucionarían hacia especies más adaptadas hasta llegar a los australopitécidos (que todavía no eran humanos), ya completamente bípedos y que serían los más directos antecesores de los primeros homínidos. 


Australopithecus afarensis: Lucy.

El bipedismo era una condición sine qua non para marcar la evolución en la hominización ya que permitió tanto la liberación de las manos como la posibilidad de tener una visión con mayor horizonte y el aumento del tamaño y capacidad del cerebro. Hay muchas hipótesis sobre por qué los homínidos empezaron a caminar sobre dos patas y que hacen referencia a una mejor posibilidad de alimentación, a mejoras en la vigilancia, a la adaptación a cambios ambientales (comenzaba por aquellos tiempos el desecamiento del medio africano), a cambios en las estrategias de aprovisionamiento de alimentos (aparece el carroñeo), a cambios en la organización social de los grupos, etc. Supongo que sería un poco de todo, como ocurre siempre, y estas hipótesis no dejan de ser más que eso: hipótesis sin que se puedan demostrar, hoy por hoy, de forma fehaciente.

Por otro lado, el bipedismo además de liberar las manos produjo cambios físicos de adaptación a la verticalidad (uno de los peores es que las mujeres parimos con dolor por la inclinación del canal del parto, mientras que el resto de los animales, no) y, sobre todo, un progresivo aumento del cerebro en relación directa con los cambios alimenticios y del sistema digestivo. Al tener las manos libres los homínidos adquirieron más destreza en su uso y cambiaron su tipo de alimentación ya que tenían acceso a hojas más altas de los árboles, tenían más facilidad para descarnar animales muertos aumentando su aporte proteínico, podían agarrar palos para espantar a otros depredadores y quedarse con la mejor parte, etc. Así, sus digestiones fueron necesitando cada vez menos recursos energéticos que se podían emplear en potenciar el crecimiento del cerebro. Y como una pescadilla que se muerde la cola, el aumento del cerebro permitió llevar a cabo nuevas estrategias de alimentación y cobijo (aún sin fabricar todavía nada, por supuesto: seguían sin ser humanos) que les hacía poder disponer de una dieta más efectiva que favorecía, a su vez, el desarrollo cerebral. 

A lo largo de los cuatro millones de años siguientes el género Orrorin dejó paso al Ardipithecus, éste al Australopithecus en sus distintas especies, para que, finalmente llegara el género Homo con todas sus especies. Hago aquí un inciso para diferenciar órdenes, familias, géneros y especies antes de que todos acabemos locos, mediante un ejemplo. Todos los que voy a mencionar, incluyendo a los humanos, pertenecemos al orden de los primates, al igual que los chimpancés y los gorilas, pero a la familia de los hominidae; será en el género, que se escribe en mayúsculas, donde se establezcan las primeras diferencias, dentro de ser todos homínidos. Nosotros (Homo sapiens) pertenecemos al género Homo y a la especie sapiens (en minúsculas), mientras que los australopitécidos todos son del género Australopithecus, aunque haya distintas especies (anamensis, afarensis, africanus, bahri), aunque todos somos homínidos. Por supuesto hubo distintas especies del género Homo (hábilis, ergaster, erectus, antecessor, heidelbergensis, neanderthalensis, sapiens, entre otras) pero la única que sobrevive es la nuestra: sapiens.



Los pasos de una especie a otra se constatan por la aparición de individuos diferentes y que no podían aparearse para producir descendencia fértil ya que sus cargas genéticas eran distintas. Así, cada nueva especie se adaptaba mejor al medio en el que vivía y era más viable, evolucionando en función de los cambios que se producían en su medio. Así, los homínidos que no consiguieron adaptarse, tras un fuerte descenso de la vegetación por un desecamiento del clima, a una alimentación a base de productos correosos, simplemente desaparecieron; del mismo modo que lo hicieron quienes, al tener una dentición apropiada para esos frutos, no se adaptaron lo suficientemente bien a la alimentación carnívora (de carroña, sobre todo). Y lo mismo en lo que se refiere a la facilidad de subir a los árboles, correr, esconderse tras matojos, etc. La adaptación de las especies a los cambios en el medio fue lo que permitió la evolución dentro de los distintos géneros hominoideos hasta llegar al género Homo.

(Continuará...)

No hay comentarios:

Publicar un comentario